UNA HISTORIA ESPIRITUAL SOBRE LA MOLÉCULA DEL LIDERAZGO

Atenea es una mujer sabia, sensible, joven y bella, hija de la tierra, nativa de una época perdida en la memoria. Ella ha sido escogida por el ESPÍRITU DE LA LUZ para una trascendental misión. Ese espíritu, que representa la grandeza de todos los seres, ha venido para reclamar el amor que los siglos le han robado a las mujeres y los hombres de todos los tiempos. Sabe que la humanidad ha escrito una historia tan sublime como dolorosa, que se ahoga por su propia inconsciencia, en un mundo donde muchos creen que la vida es una lucha a muerte y que es necesario inventar guerras para sobrevivir, ganar poder o demostrar que se tiene la razón.

Atenea es enviada a una ciudad fría, caótica, insensible y conflictiva, una ciudad contemporánea en donde el ritmo frenético de la vida priva a sus habitantes de instantes de serenidad. Allí, donde los rostros inexpresivos son escudos que esconden dolor, ella deberá encontrar los elementos para crear una molécula que despertará la grandeza y el potencial de la raza humana, tres personas especiales que juntarán su esencia para dar forma al LIDEARZGO, ese compuesto mágico que precisa el mundo para recuperar su nobleza.

Ella cuenta con una infinita capacidad de amor y una sensibilidad inalterable. El Espíritu de la Luz le ha dicho que su intuición la guiará para hallar a esos seres especiales y que una incontenible emoción de esperanza será la señal que su cuerpo le enviará cuando se encuentre en presencia de ellos.

Emprende su viaje por las calles de la ciudad. Se mueve entre estaciones, avenidas, parques, comercio, vehículos que rugen en todas las direcciones y personas que van de un lado a otro. A pesar de la dureza que casi todos cargan en su mirada, da con gente amable y unas cuantas sonrisas, pero siente que muchos temen y van simplemente en busca de su propio bienestar. Se siente cansada, se da cuenta de que no es fácil encontrar a sus elegidos, pero persevera día tras día en su búsqueda.

De las muchas noticias que oye a diario, le ha impresionado la de un terremoto que ocurrió al nororiente del país, una catástrofe natural que deja cientos de personas sin vida y a muchos en la calle. En las ciudades y pueblos se convoca a los ciudadanos para hacer donaciones, con el fin de aliviar la dura situación de los damnificados. Plazas, parques y otros lugares funcionan como centros para reunir a quienes quieren ayudar.

Ella vino a esta época sin posesiones materiales, solo con sus ropas blancas y su mochila, pero saber que debe ir a uno de estos sitios para cooperar de alguna manera. Se dirige a una gran plaza, la más grande de la ciudad. Allí miles de personas se congregan para hacer sus aportes. Al tiempo que la entristecen los comentarios de la gente sobre el sufrimiento que ha causado la tragedia, lentamente la habita una sensación de esperanza que no había tenido hasta entonces. Su pecho se va llenando de plenitud al ver cuántas personas se han reunido solamente por la voluntad de ayudar a otros. Cierra los ojos, pone sus manos una sobre otra encima de su pecho, respira profundamente y siente que una brisa fresca le toca el rostro. En medio de aire sereno, le parece que una voz le dice:

-Esta es la señal, es aquí donde están quienes has venido a buscar.

Antes de dar otro paso, abre los ojos, mira al cielo y da gracias al Espíritu de la Luz por haberla conducido hasta allí.

Su intuición se despierta, su sensibilidad vibra en su punto más elevado. Camina despacio, observa con detenimiento, se permite percibir la energía de la gente. En esos cortos segundos, el tiempo parece ir extremadamente lento. Entre miles de rostros, palabras y sensaciones, se cruza con la mirada de una mujer de unos 60 años, visiblemente cansada, indudablemente endurecida por el dolor, pero que refleja en sus ojos una enorme bondad. Como si la conociera de siempre, se dirige a ella.

– ¡Buen día, señora! – Le dice con emoción.

– Buenos días, señorita, mucho gusto. ¿En qué le puedo colaborar? – Responde ella, algo sorprendida.

– Mi nombre es Atenea – le dice –

– Yo soy Helena – le responde la mujer.

– ¡Helena! Bello nombre.

– Su nombre también es muy bonito, parece como de otra época.

– Sí, lo es. De hecho, yo también lo soy… en fin… eso no es importante. Helena… Disculpe, ¿puedo llamarle Helena?

– Sí, no se preocupe señorita. Pero no me ha dicho en qué le puedo ayudar.

 

– Helena, esto le va a parecer un poco extraño, pero la necesito para una misión muy grande e importante, aunque no lo sepa, usted tiene un elemento muy valioso para la humanidad.

– ¿Una misión? ¿¡Algo muy valioso para la humanidad!!? Huy, eso suena como a una película de esas de súper héroes. ¿Cómo así?

– Helena, yo sé que usted es una mujer trabajadora, luchadora y generosa, alguien que siempre ayuda a los demás.

– Muchas gracias, pero usted ni me conoce, ¿cómo puede decir eso?

– Lo sé por su mirada, porque siento su energía, créame, sé por qué lo digo.

– Pues, señorita…

 

– Dígame Atenea, por favor.

– Bueno, señorita Atenea. Lo único que yo sé es que a mí me ha tocado duro en la vida, he tenido que trabajar mucho para sacar adelante a mis tres hijos. Pero eso sí, a mí me enseñaron que uno debe ayudar a la gente y que así no tenga mucho, sí puede compartir con los que tienen menos. Y claro, cuando uno es mamá soltera le toca tremendo con los hijos porque los quiere demasiado y desea que sean personas de bien. ¿Pero cómo es eso de la misión?

– Helena, quisiera pedirle algo. Debo ir a buscar a otras dos personas y necesito reunirme con usted y con ellas frente a la catedral de la plaza dentro de una hora. Ahora no puedo explicarle muy bien, pero solamente le pido que me regale unos minutos.

– Mmmm… Pues tengo muchas cosas que hacer, no sé…

– Créame, valdrá la pena. Por favor, regáleme un poco de su tiempo.

 

– Bueno. Lo hago porque usted me cae bien y me inspira mucha confianza.

– ¡Muchas gracias! La veo frente a la catedral en una hora.

Atenea sigue moviéndose por la plaza, se mantiene  conectada con su intuición, mira alrededor una y otra vez, y en un movimiento casi automático, gira y se ve atraída hacia un hombre de unos 45 años en quien nota a un trabajador recio. Se dirige a él:

– Buenos días – le dice

– Buenos días – responde él

– Permítame presentarme. Mi nombre es Atenea.

– Josué Moreno, líder comunitario, mucho gusto.

– Escuche, hay algo muy importante que quisiera contarle, algo que tiene que ver con el futuro del hombre y el bienestar de la humanidad.

– ¡Vaya! Eso suena muy trascendental, suena como a pura filosofía.

– Sí que lo es. Sé que a usted le interesa mucho el bienestar de otras personas. Por eso quiero saber si tiene usted un tiempo a las 12 del mediodía.

– ¿Cómo sabe eso? ¿Quién le habló de mí? Mejor dicho, me interesa que me explique eso tan importante. Con mucho respeto le digo que usted es una mujer muy bella, pero por encima de todo siento que tiene una energía muy especial y me intriga. ¿En dónde tendrá lugar la reunión?

– Allí, justo frente a la catedral.

– De acuerdo. Le confieso que no sé bien por qué lo hago, pero por alguna razón cumpliré la cita.

– ¡Muchas gracias! Lo veré allí.

 

Tras hablar con este hombre, Atenea recuerda que así como veces cuesta demasiado lograr lo que nos hemos propuesto, al final la vida nos demuestra que todo tiene su tiempo y que cuando las condiciones están dadas, todo el universo confluye para que terminemos de dar forma a lo que es realmente importante. Con una sensación cada vez mayor de esperanza, Atenea sabe que es el propio Espíritu quien dirige sus pasos y que la intuición cósmica la llevará muy pronto hasta el tercer elemento de la molécula.

Mientras sigue caminando por la plaza, libre, dejándose llevar, casi como sintiendo que vuela en brazos del Espíritu, oye a lo lejos la voz de un joven que habla sobre las leyes y la justicia, y que cuestiona la forma como los poderosos trabajan solo por sus intereses. Se acerca, se detiene ante él y se suma al grupo de personas que le escuchan. Lo mira con un interés inquebrantable, él no puede evitar sentir el magnetismo de su mirada, se apresura a terminar su charla y se acerca a ella.

– He visto cómo me observas, me inquieta mucho lo que siento cuando lo haces – le dice él.

– Es cierto – le responde Atenea – Es claro que no solo sabes mucho de leyes y de historia, sino que además tienes un profundo sentido de la justicia.

– ¡Por Dios! ¡Qué generosa!

– Generosidad la que yace en tu alma.

– ¡Vaya! Gracias por lo que dices, pero te confieso que los halagos me hacen sentir incómodo.

– Entiendo, pero todo eso es lo que transmites. Créeme,  no lo diría si no lo sintiera. Bueno, es hora de presentarme: mi nombre es Atenea, me da gusto conocerte.

– ¡Atenea! Como la Diosa griega de la paz y la sabiduría. Un nombre hermoso para una mujer hermosa. Yo soy Alejandro, soy estudiante de derecho.

– ¡Ya lo decía! Alejandro, hay algo que quiero compartir contigo, necesito de tu ayuda para una misión importante. ¿Te importaría acompañarme para una reunión frente a la catedral? Hay dos personas a quienes quiero que conozcas.

– Debe ser algo serio, supongo. Se oye realmente importante ¿De qué se trata?

– Te lo podré explicar mejor si nos reunimos allí. ¿Quieres acompañarme?

– Esto es algo extraño, no sé si debería aceptar esta propuesta de alguien que apenas conozco.

– Lo comprendo, no es fácil confiar en cualquier persona por estos días. Pero piensa, en un lugar público como este, con tantas personas e incluso con autoridades por todos lados, no podría hacerte daño fácilmente. ¿Qué opinas? ¿Quieres venir?

– Atenea, hay algo que me dice que puedo confiar en ti, ni siquiera sé de qué se trata, pero definitivamente siento que no podrías hacerle daño a nadie. De acuerdo, iré contigo.

 

A las 12 del mediodía, Atenea llega con Alejandro frente a la catedral. Josué, puntual como de costumbre, ya espera allí. Dos minutos más tarde, Helena también se hace presente. Cada uno de ellos se siente extraño, algo incómodo y apresurado. A pesar de ello, cada cual hace su mejor esfuerzo por ser cordial.

Con reserva, pero con la amabilidad que los caracteriza a todos, se presentan entre sí y escuchan lo que ella tiene para decirles.

– Amigos – dice, mientras ellos le miran con extrañeza – Agradezco mucho que hayan aceptado estar aquí y doy gracias al universo porque me ha permitido reunirlos.

Un poco incrédulos y como si vieran una función de teatro, se empeñan sin embargo en prestar atención. A pesar de ser una mujer amable y bella, no dejan de sentir que es un personaje muy peculiar y al comienzo les cuesta tomársela en serio.

Ella nota la desconfianza en sus expresiones y les dice:

-Sé que esto les resulta un tanto insólito, pero no les quitaré mucho tiempo. Les pido por favor que me presten atención.

Después de decir esto, súbitamente levanta sus manos hacia el cielo, las coloca luego frente a su rostro y comienza a girar los brazos como queriendo describir un círculo alrededor de su propio cuerpo. Mientras hace este movimiento, un halo de luz brota se sus dedos, se oye una fuerte brisa y una especie de relámpago muy poderoso ilumina el lugar.

Ante el incomprensible espectáculo, Helena, Josué y Alejandro, entre confundidos y asustados, se agachan para protegerse. Cuando el sonido de aquella brisa ha mermado, se levantan de nuevo y ven, con absoluto desconcierto, que la catedral, la plaza y las miles de personas que hasta hace unos segundos estaban allí han desaparecido.  Completamente asombrados, ven alrededor y se dan cuenta de están en medio de un gigantesco desierto. La tierra es completamente seca y cuesta ver el límite entre el suelo y el firmamento lleno de nubes. Hay mucha confusión, temor, sorpresa y al mismo tiempo la certeza de que Atenea no es una mujer común y que posee alguna especie de poder descomunal.

Ella baja los brazos, respira hondo, los mira a los ojos con amabilidad y les pide que la escuchen atentamente, sin preguntar nada.

– Creo que ahora saben que esto es algo grande. Nada de esto es casualidad, si hoy están aquí es porque así lo ha querido el Espíritu de Luz.

– ¿¡El Espíritu de la Luz!!!? – pregunta Josué con escepticismo.

– Calma, ya lo comprenderán. El Espíritu de la Luz es el alma del ser humano, su más pura naturaleza, su amor. Yo vengo de un pasado lejano y Él me ha enviado a este tiempo para encontrar a tres seres especiales que han de entregar un poco de su esencia para crear una molécula que será capaz de despertar el potencial infinito de los humanos. Si he llegado hasta ustedes es porque su propia energía y la intuición cósmica me guiaron.

– Esto está muy raro, no me da confianza – dice Helena bastante perturbada –  por favor déjenos ir, señorita Atenea.

Con la mirada, Josué y Alejandro respaldan lo que dice Helena y ven hacia todos los lados como tratando de escapar, pero entienden que es imposible hacerlo en medio de un desierto tan enorme.

– Por favor tranquilícense, amigos – responde Atenea – Sé que todo esto les resulta irreal, pero tiene un sentido muy profundo. Solo les pediré un tiempo más. Permítanme que les termine de explicar.

En medio de lo ilógico de la situación, todos guardan silencio y hacen lo posible por prestar atención. Un mar de preguntas les ronda, pero deciden seguir escuchando.

– Quiero mostrarles algo – continúa Atenea.

Levanta su mano derecha con la palma hacia arriba, como si lanzara hacia el cielo un puñado de arena. De su mano se desprende una especie de polvo brillante que en unos segundos da forma a lo que parece ser una pantalla de cine gigantesca. En ella, como una película, empiezan a proyectarse imágenes dolorosas y desagradables: guerras, tragedias, enfermedades, personas afligidas, contaminación, pobreza, hambre, confrontaciones, violencia, separación, tribulaciones y cientos de sucesos históricos que la humanidad guarda entre sus memorias más oscuras.

Todos reflejan en su rostro un profundo malestar, se sienten aún más confundidos y abrumados al observar aquella película sombría.

Atenea les dice:

– Como saben, nuestra historia está marcada por sufrimientos indescriptibles, por penas que no caben en todos los libros que podamos escribir. Millones de relatos de dolor que nos avergüenzan y que son producto, más que nada, de nuestra propia inconsciencia.

Mientras ellos procuran tranquilizarse y buscan la energía para contener las desagradables emociones que les producen esas imágenes, Atenea, repite el mismo movimiento de antes, lanza al aire de nuevo un polvo luminoso. En aquella pantalla intangible se proyectan ahora imágenes completamente distintas: bellos paisajes, aves en vuelo, ríos cristalinos, personas felices, fotografías de grandes hombres y mujeres, científicos, artistas, líderes, filántropos. Obras arquitectónicas colosales se alternan con famosos trabajos de arte y grandes ciudades, comunidades aborígenes viviendo en armonía con el planeta, familias felices, diversiones, grupos de amigos, personas unidas por causas comunes.

Atenea habla de nuevo:

– Todo esto, sin embargo, es también lo que somos, lo que podemos producir cuando nos guía el amor, la inteligencia, la comunión con otros y la creatividad. Ustedes saben bien que lo radiante de nuestra historia también es el resultado de nuestra mente. Desafortunadamente, los seres humanos actúan desde el miedo y la falta de consciencia y muchos terminan siendo envueltos en el ritmo vertiginoso que les impone el mundo, se entregan a la competencia, al egoísmo, al afán de poseer y acumular; olvidan en su frenética carrera que el planeta no les pertenece, que todos somos iguales y estamos conectados por la energía universal. Es una verdad cruda, pero no irreversible ni definitiva. Existe la posibilidad de algo mejor, siempre estará en nuestras manos y nuestro poder de elegir. Por ello hoy el Espíritu de la Luz despierta de nuevo, quiere que construyamos un presente de amor, un futuro de verdadera evolución.

Es esa la razón por la que ustedes están aquí, el Espíritu conecta nuestros caminos y me ha pedido que junte su naturaleza para dar origen a la molécula que tendrá el poder de inspirar a la humanidad. Les hablo de la MOLÉCULA DEL LIDERAZGO.

Como alucinados y confusos, pero un poco más tranquilos, ellos lentamente conectan con el momento y procuran comprender lo que Atenea les expone.

-Nunca se me ocurrió pensar que el liderazgo fuera una sustancia química y que hasta tuviera una molécula – dice Alejandro.

– Así es, así lo ha decidido el Espíritu – responde Atenea – Será un compuesto mágico en el que cada uno de ustedes aportará un átomo.

Se dirige a Helena y le dice:

– Helena, tú eres una madre amorosa, hay en ti tanta generosidad como el mundo requiere. Trabajas duro y luchas sin condición por ayudar a los demás. Hablas de servicio y sirves, hablas de solidaridad y actúas conforme a ella. Amas y colaboras incluso con quienes no son tus amigos. Por esa infinita capacidad de entrega, el Espíritu te nombra COHERENCIA, serás el átomo de la coherencia.

Ante estas palabras, Helena, aún confundida y asombrada, rompe en llanto y le invade una sensación de temor frente a lo que todo eso significa, pero al mismo tiempo se da cuenta de que Atenea le conoce y sabe lo que guarda en su corazón.

Atenea acaricia su cabeza tiernamente y le permite experimentar su emoción. En seguida se dirige a Josué:

– Tú, amado Josué, has sido por años el líder de tu comunidad. Como hijo, padre, esposo, hermano y amigo has demostrado que te importan los demás. Hablas con tus acciones, sabes comunicarte con otros, tus mensajes son siempre bien recibidos y tus palabras son tan poderosas como la empatía que te caracteriza. El Espíritu te ha escogido para ser el átomo de la INFLUENCIA.

Desde su posición de líder carismático, pero al mismo tiempo de hombre fuerte, Josué no puede tampoco reprimir la emoción y empieza a comprender que algo superior a él lo conoce y le ha puesto frente a una colosal misión.

Atenea le dirige una mirada compasiva y lleva sus ojos ahora hacia Alejandro:

– Tú, Alejandro, futuro hombre de leyes, has interiorizado muy bien el concepto de la justicia y tu pasión por el conocimiento te ha llevado a comprender las vicisitudes y los triunfos de la historia humana. Sabes mucho, hay un invaluable tesoro en tu cabeza, pero ante todo llevas una infinita riqueza en tu corazón y te mueve un profundo respeto por la vida y la dignidad humana. El Espíritu te ha elegido para ser el átomo de la INSPIRACIÓN.

Sin terminar de creérselo, y muy aturdido por una indescriptible mezcla de emociones, Alejandro solo puede abrazar a Atenea y decir:

– ¡Gracias! No termino de entender quién eres y qué significa todo esto, pero siento que de alguna manera hace sentido en mi ser.

Al emotivo abrazo se juntan Helena y Josué y todos van comprendiendo que haber estado allí ese día, coincidir en el tiempo y en el espacio, congregados por una causa humana, no ha sido para nada casualidad.

– ¡Amados amigos! – dice Atenea – Ahora que ya existen los átomos, es hora de dar origen a la molécula.

Les pide que se formen en círculo frente a ella, los invita a respirar profundo, a serenarse y buscar en ese respiro un instante de equilibrio y serenidad. Les dice en seguida:

-Amados míos, expresión de la Divinidad, elegidos del Espíritu, les pido que con todo su amor sientan el poder de su luz. Juntemos nuestras manos y elevémoslas como si intentáramos rozar el cielo. Cada uno de ustedes, en un grito de amor, pronuncie el nombre de su átomo después de mí. ¡Permita el Espíritu de la luz que hoy sea creada LA MOLÉCULA DEL LIDERAZGO para el bien de todos los seres!

– ¡INFLUENCIA! – Grita Josué desde lo más hondo de su ser.

 

– ¡INSPIRACIÓN! – Le sigue Alejandro como si deseara entregar su propio corazón al mundo.

– ¡COHERENCIA! – Finaliza Helena, inundada por la más gigantesca emoción que jamás experimentó en su vida.

De esas cuatro manos unidas apuntando al cielo se desprende una luz blanca muy brillante que sale disparada con infinita fuerza hacia las nubes. Se oye de nuevo una brisa fuerte y se desata un torrencial aguacero. Todos se asombran de ese inmenso poder, pero ahora no temen, cierran los ojos, levantan el rostro para dejar que la lluvia los empape y experimentan una incontenible sensación de esperanza, alegría y serenidad.

Mientras el agua corre por sus rostros, manos, espaldas y moja la tierra árida de aquel desierto, Atenea saca de su mochila una botella y un embudo de cristal y recoge con paciencia y gratitud el líquido precioso.

Llueve intensamente hasta que las nubes van cediendo y poco a poco el cielo se torna azul. Ellos respiran con calma, bajan sus manos y abren los ojos para ver que aquel desierto se ha transformado en una verde pradera, cubierta de flores, sobre la que vuelan aves blancas y brilla intensamente el sol. Ninguno puede racionalmente dar crédito a toda la magia que han creado, a la belleza que les rodea, a todos los inexplicables sucesos que han ocurrido desde que ese misterioso ser de otro tiempo se cruzó en su camino.

Con la botella en la mano, llena hasta la mitad de aquella agua cristalina, Atenea da dos pasos hacia atrás, los ve con una expresión de plenitud y les dice:

-Amigos, hermanos, hemos creado LA MOLÉCULA DEL LIDERAZGO, el agua que bañará a las personas allí donde se requieran mujeres y hombres para guiar grandes obras y propósitos trascendentales. El compuesto  que puede transformar un desierto en una pradera florecida y convertir los dolores del mundo en victorias y evolución. Será mi misión llevarlo por todos los pueblos del mundo y hacer que millones de seres beban de él. Su misión, de hoy en adelante, será transmitir la molécula con su ejemplo y su amor, guiar compasivamente a todos aquellos que lo requieran y entregarles el tesoro que yace en ustedes.

¡Gracias por ofrendar su naturaleza para el bien de la humanidad! Han cumplido la misión, el Espíritu de la luz y yo se lo agradecemos y los recordaremos hasta el fin de los tiempos.  Los amamos con el infinito poder de la luz.

Ellos sonríen, vuelven a abrazarse efusivamente, ríen y lloran al mismo tiempo. Ven hacia todos los puntos para tratar de abarcar la infinita belleza de aquella pradera. La desconfianza y el miedo han desaparecido por completo y ellos se han permitido entrar en ese sueño mágico sin más reproches ni preguntas.

Se vuelven hacia Atenea para expresarle las emociones que los inundan, quieren rodearla en ese abrazo de hermanos, pero no la ven, donde ella estaba antes solo ha quedado una silueta luminosa que lentamente se desvanece. De la misma forma, el paisaje empieza a desaparecer ante su mirada inquieta, dejando tras de sí la plaza donde antes estaban, la catedral cuyas torres elevadas armonizan con el cielo azul y el cálido sol que cubre la ciudad.

12:05 del mediodía. Retornan los cerros del oriente, los edificios circundantes, las calles, los vehículos y las miles de personas que han venido para para socorrer a los damnificados del terremoto.

Helena, Josué y Alejandro de nuevo sienten desconcierto, no entienden por qué Atenea se desvaneció ante sus ojos, pero también saben que ella y El Espíritu de la Luz vivirán para siempre en su alma. Saben que este no es un día como todos, que a partir de hoy su vida ha vuelto a comenzar y que están unidos para siempre. Comprenden, desde lo más hondo de su ser, que la misión tan solo ha comenzado, que cada día de la existencia traerá consigo la sagrada oportunidad de entregar a las mujeres y los hombres del mundo… LA MOLÉCULA DEL LIDERAZGO.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Responses

  1. Hola @juliangomez felicitaciones y muchas gracias por compartir esta historia tan bella y especial. Es maravillosa la forma como haces la narrativa y nos lleva en medio de la historia a reconocer el valor y potencial de la Molécula de Liderazgo. Muchas gracias por tu valioso aporte.